viernes, 24 de febrero de 2012

Cuántas más personas decidan por encima de ti… ¡más estrés, peor salud y menos años vivirás tú!

...El problema es que nuestro cerebro es capaz de imaginar peligros…, ¡y que sólo con imaginarlos desencadena unos efectos idénticos a los peligros reales! Aquí surge el miedo.
  
¡Qué arma de doble filo, este cerebro…!
Sí… Esa capacidad de imaginar, de anticipar los pensamientos del prójimo, nos apartó de las bestias. Si yo mandase, dedicaría los tres primeros años de la educación primaria a enseñar a los niños cómo gestionar sus emociones. ¡Es algo primordial! Sólo así podrás ser dueño de ti.

¿Y cómo enseñaría esto?
Les ayudaría a identificar sus miedos, repugnancias, ira, felicidad… Les enseñaría que esas emociones nos hacen humanos, y les enseñaría el placer de la búsqueda, y les enseñaría empatía: ponerse en la piel del otro…

¿Qué más?
La importancia del detalle: “¡Que el bosque no os tape el árbol!” Ah, y que los rituales son útiles, nos ayudan a vivir.
La política y la empresa deberían mirar ya a los hallazgos de la ciencia, ¡a los hallazgos del gran neurólogo Robert Sapolsky!

¿Qué ha descubierto este Sapolsky?
Que la felicidad es un gradiente social: cuanto más sometido estás a decisiones ajenas en una escala jerárquica laboral o social, ¡mayor estrés, mayor infelicidad padeces!
Cuantas más personas decidan por encima de ti… ¡más estrés, peor salud y menos años vivirás tú! Y esto nos afecta a todos, seamos pobres, de clase media o ricos. En suma: ser el dueño de tus decisiones y verificar sus consecuencias es una clave básica de la felicidad.

¡Ajá! Pero hablaba usted de que tenía dos claves de la felicidad: ¿cuál es la otra?
Que lo que hagas absorba tus cinco sentidos, y que eso que haces desarrolle tus inclinaciones innatas. A mí me pasa eso: ¿entiende ahora por qué yo no puedo ser más feliz?

¿Y si uno no sabe qué hacer consigo?
Ah, por eso desde niños deberíamos disciplinar la concentración, el esfuerzo: la disciplina te ayuda a buscar lo que te gusta, a exigírtelo…, a buscarte tu propia felicidad.


Extracto de una entrevista a Alejandro Jodorowsky



 

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